jueves, 6 de junio de 2013

Capítulo 8. No estoy perdida.

Caytlin cerró la puerta y recordó la última vez que le cerró la puerta a Alex. Se fue a echar la siesta. Durmió. Hasta que la puerta la despertó. Otra vez Alex.
-¿Puedo pasar? Quiero hablar. -dijo él.
-Adelante.
Caytlin le indicó que debía ir hacia el salón y sentarse. Él obedeció y se dejó caer sobre el sofá, un gesto que a Caytlin no le pareció adecuado tratándose de una casa ajena.
-Bueno, dime qué querías -dijo ella.
-Quiero volver, sé que es tarde, que ya no confías en mi pero llevo enamorado de ti estos últimos tres años. Sé que he estado con muchas chicas para intentar llenar el vacío que tú dejaste cuando cortamos pero no soy capaz. Pensé que porque discutíamos mucho cuando estábamos juntos no te quería, pero me equivocaba. Te amo. Tanto como cuando teníamos dieciséis años.
Caytlin le miró seria.
-Recuerdo la de veces que lloré por ti, lo supiste todo sobre mí y sobre mis sentimientos. Nunca cruzó mi mente que pudiera haber un momento en el que tuviéramos que decirnos adiós. Aún así, no estoy perdida, no he olvidado nada. Pero lo que yo sentí por ti se pierde, cada día más, sé que han pasado tres años pero aún siento algo y te aseguro que quiero exterminarlo. Ya volví muchas veces contigo después de que me pidieras perdón. Recuerdo cuando éramos juntos hasta el final. Ahora estoy sola otra vez. Lloré un poquito, tú moriste un poco para mi. No tengo ningún remordimiento de nada de lo que hice, no me arrepiento de haber estado contigo, fuiste el mejor año de mi vida. No sabes lo que significaste para mí.
>>Pero eso fue antes y esto es ahora, se acabó no podemos arreglarlo. Sólo recuerda lo que nos quisimos y nada más porque yo no puedo más con estos sentimientos. Puedo ver como todo lo que siento por ti se estrella contra el suelo. No pienso volver a ti, otra vez.
Alex la miró con tristeza, notó como las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos, no pudo contenerse.
-¿Sabes lo sólo que he estado porque te he echaba de menos? No entiendo por qué me rechazas. Ningún chico te amará como lo hice yo, ni ninguno se va a preocupar tanto por ti como yo, ningún otro llorará por ti como lo he hecho yo. Tú fuiste mi motivo de seguir adelante durante un año, Caytlin. No sabes como me siento ahora que me dices que ya no me quieres y que quieres pasar página, es cómo si se me clavara una estaca en el corazón. Me has roto el corazón, de nuevo.
-Vete, vete y no vuelvas -dijo ella con severidad.
Él se levantó, con paso tranquilo y se dirigió a la puerta, no sin antes dirigir una última mirada a los ojos oscuros de Caytlin. Ella lo miró tranquila. No se notaba en su cara la tormenta que se había desatado en su interior. No sabía como sentirse ante aquel momento. Tenía ganas de llorar. Hacía mucho que no deseaba llorar con fuerza.
Alex le suplicaba con la mirada que le dijera que ella también lo amaba, pero Caytlin no lo hizo, se mantuvo fría e inflexible. Caytlin se negaba a darle una segunda oportunidad al chico que le rompió el corazón por primera vez. Alex quiso poder ponerse a llorar delante de ella pero sabía que no debía, tenía que parecer que no estaba muriendo por dentro por ella.
Quizás el hecho de que Caytlin no estaba demostrando la menor sensibilidad hizo que se sintiera peor. La propia impotencia ante hacerla cambiar de idea era lo que más le dolía. El ver que ella no sentía lo mismo por él que por ella lo hacía pedazos. Deseaba que ella le hiciera detenerse y le pidiera que nunca se fuera de su lado, pero nada de eso pasó. Caytlin le observó con la mirada fija en él, mientras se iba cerrando la puerta tras de sí.
El ruido de la puerta relajó un poco a Caytlin que se dejó caer sobre el sofá y comenzó a llorar desconsoladamente. Quizás la parte más difícil de dejar ir a alguien a quien amas es dejar ir también todo lo que se podía haber tenido. No quería estar completamente sola, conocía ese sentimiento perfectamente, es horrible. Una cosa es estar solo lo cual es triste pero sentirse solo es debastador. La soledad es agradable pero también es una dama cruel. Quizás la soledad que sentía Caytlin se mezcló con la oscuridad de su vida, una oscuridad solitaria, aún peor. La soledad, siempre ahí cuando no queda nadie, esperándote para abrazarte y hacerte sentir triste. La gente huye de la soledad pero no se dan cuenta de que tiene su lado hermoso. Saber que eres lo único que necesitas para sobrevivir es reconfortante, hasta un punto impresionante. No necesitar que nadie esté ahí para poder estar contento por un rato es genial. Y a veces, muchas más de las que pensamos, la soledad se convierte en el único amigo de unas personas, su único compañero de viaje e incluso en su asesino. Nadie sabe qué es sentirse solo hasta que lo sabes. Hasta que la soledad es lo que buscas pero al mismo tiempo de lo que quieres huír. Mucha gente confunde tranquilidad con soledad o pasar una tarde con estar completamente solo. No es lo mismo. La soledad es un parásito que se apodera de ti, te devora por dentro hasta que no deja nada de lo que eras, te convierte en alguien distinto. En tu propio enemigo. Hasta tal punto que en la soledad realizamos los mayores combates contra nosotros mismo. A veces, lo único que se necesita para salir de esta absoluta soledad es alguien con quien poder contar, alguien con quien sientes que puedes contar. Algo, que Caytlin no tenía.

martes, 4 de junio de 2013

Capítulo 7. ¿Y qué si he cambiado?

Caytlin se dirigió a su casa, tenía que pensar sobre aquello que Billy le había dicho. Oyó que alguien llamaba  a la puerta. Abrió.
-Buenas tardes, Cat -dijo un chico rubio, alto, de unos diecinueve años.
-¡Álex! ¿Qué haces tú aquí? -dijo Caytlin algo sorprendida.
-Bueno, me enteré de que eras de las pocas personas de la clase que no tiene una familia propia, que no se ha ido o que no es una drogadicta. Decidí venir, te echaba de menos. Hablar contigo es un privilegio que no todos se pueden permitir y pensé ¿Por qué no ir a verla si sigue aquí? Y aquí estoy.
-Interesante información -dijo Caytlin seria.
Álex la miró fijamente.
-Has cambiado mucho, físicamente -dijo él.
-Sí, lo sé. Pero soy feliz así.
-Me alegro mucho. El pelo negro, te queda bien.
-Gracias, ¿algo más que decir? -dijo Caytlin.
-No... Comprendo, quieres que me vaya.
-Exacto. Nadie rompe mi corazón y vuelve tres años después como si nada. Vete. Ya -dijo ella.
-No sólo has cambiado en lo físico, ya no eres tan dulce cómo antes...
-¿Y qué si he cambiado? Estoy hasta las narices de que todos me reprocheis que he cambiado, sí, lo he hecho pero estoy mejor así. Pero claro, vosotros preferís que esté bien vestida y muriéndome por dentro. Pues no, yo quiero ser feliz, estar a gusto conmigo misma.
-No puedes estar a gusto contigo misma yendo así por la vida... Mírate, estás esquelética, blanca, llevas mucho maquillaje, tienes unos ojos bonitos, quítate toda esa sombra de ojos.
-Haré lo que quiera, ahora, vete -dijo indicándole que debía irse.
Álex se fue a su casa, pensando en qué le habría pasado a Caytlin para cambiar de un modo tan radical. Cuando cortaron ella aún no era así, cierto que tenia alguna que otra cosa rara u oscura pero no era gótica ni mucho menos. Quiso tanto a Caytlin... Pero se equivocó en muchas decisiones. Así la perdió, para siempre. Quería reconquistarla, pero viendo cómo se estaba comportando ella iba a ser dificil. Tenía que ganarse su confianza y luego su corazón. Sería difícil, pero podía pasar. Él no había dejado de quererla en tres años. Seguro que ella a él tampoco pero Caytlin canalizaba el dolor de otro modo. Aún había una probabilidad de recuperarla.

lunes, 3 de junio de 2013

Capítulo 6. Billy, de nuevo.

Caytlin salió rápidamente hacia su coche. Entró. Comenzó a conducir en dirección a la casa de Billy. Ese hombre tenía algo que a Caytlin le llamaba mucho la atención, el hecho de que supiera tanto sobre tantas cosas la desconcertaba, la asombraba. Su casa no era grande pero a la vez resultaba tan acogedora.
Quería volver a aquella casa pero no tenía excusa, hasta aquel momento.
Tras las dos insoportables horas de trayecto ya estaba en la casa del viejo Billy. Llamó a la puerta repetidas veces, pero nadie acudió a abrirle. Sólo escuchó silencio.
-Perdona, ¿buscas a alguien? -dijo un chico joven que se le había acercado por detrás.
Caytlin se giró bruscamente echándose para atrás. No le sonaba su cara, no supo si decirle a quien buscaba y por qué.
-Sí, busco al hombre que vive en ésta casa, yo... necesito preguntarle unas cosas.
-Ah, bueno, es raro ver que mi padre tiene visita de vez en cuando.
-¿Tu padre? ¿Billy es tu padre? No sabía que se hubiera casado y tenido hijos... -dijo Caytlin.
-Bueno, no se casó, mi madre nos abandonó cuando nací, no quería hacerse cargo de mi, en cambio, Billy estaba emocionado de poder tener un hijo, dijo que una tal Mary Anne Grayson no había querido tener hijos con él y que los tuvo con una familia de ricos, en más de una ocasión me ha hablado de la hija de los Grayson.
-Bueno, pues yo soy Caytlin, la hija de los Grayson -rió ella.
-Oh, encantado de conocerte. Mi padre me ha hablado mucho de ti.. Bueno, siendo una Grayson no te imaginaba de éste modo... Pensaba que eras rubia.
-Soy morena de bote -rió ella alegremente. -¿Puedo pasar a hablar con tu padre?
-Claro. Por cierto, me llamo Jack.
Jack abrió la puerta e hizo pasar a Caytlin hacia el salón, dónde Billy estaba sentado en un sillón. Se sentó frente a él.
-Buenas tardes, Cat.
-Buenas tardes. ¿Podría hacerte unas preguntas? -dijo Caytlin.
-Claro. Hijo, retírate, esto es privado.
Jack abandonó la estancia y se dirigió a la cocina.
-Verás, ayer se presentó una extraña mujer en mi casa, me dijo que tenía información que yo deseaba. Quedamos en el callejón de la ferretería a las cuatro de la madrugada. Ella se presentó allí con un hombre, un hombre raro. Me empezó a decir que debía suicidarme y luego me pegó.
-¿Para qué me cuentas ésto? -dijo Billy tajante.
-Pues para que me digas a que se podría deber eso y quien era ésa mujer...
-Haber comenzado por ahí, jovencita. Esa mujer es parte de una organización extraña, probablemente a dicha organización pertenecieran los padres de María. Verás, cada cierto tiempo la organización se reúne, todos tienen que desaparecer de sus hogares sin dejar rastro y no volver jamás. Pero, si hay un hijo de por medio hay que abandonarle poco a poco, primero el padre, luego la madre. El hijo no está obligado a partir con la organización.
>>Esta gente son muy discretos y no les gusta que gente como tú se inmiscuya en sus asuntos, se enteran de todo lo que pasa. No sé como lo hacen. Si alguien está demasiado metido donde no le llaman intentan acabar con esa persona.Creo que han acudido a ti porque estás investigando a María y también estás buscando algo sobre sus padres. Por eso han ido a tu casa.
-Dios, qué increíble. Pero a mi lo de su organización, o secta, o lo que sea me da igual.
-Pero estás metiendo donde nadie te llama realmente. Al investigar eso estás buscando un motivo por el cual se fueron. Ahí lo tienes, esa organización.
Billy calló un segundo. Caytlin meditó lo que él le estaba diciendo. Tenía algo de razón.
-Busca a María en una gran ciudad, es muy probable que si sigue con vida esté en una gran ciudad. Si no se ha unido a la secta tendrá que huír de ellos. Y ellos saben que aquí vivía. En una gran ciudad pasaría desapercibida.
-Hay muchas grandes ciudades -dijo Caytlin.
-Nueva York. Vete ya.
Billy la miró indicándole que debía irse.
-Oye, Caytlin, llámame si necesitas cualquier cosa, Jack te dará mi número -dijo Billy.
Caytlin asintió y se levantó. Se dirigió a la puerta mientras Jack la seguia. Este le entregó un papel donde estaba escrito un número, el de Billy. Caytlin salió y se dirigió al coche, no se creía que hubiera sacado tanta información de aquella cita con Billy.

domingo, 2 de junio de 2013

Capítulo 5. Ríndete, nunca serás lo suficientemente buena.

A las cuatro Caytlin estaba en el sitio acordado. No se imaginaba nada de lo que iba a venirle encima.
La mujer apareció diez minutos después, se disculpó por el retraso pero no venía sola. Iba con un hombre. Alto, delgado, de expresión muy seria. Él la miró, analizándola.
-Bueno, Caytlin, supongo que querrás tu información. Pero ten ésto...-dijo entregándole unos papeles.
Eran dibujos, fotos, de su clase. La promoción que la acompañó desde que tenía trece años. En ninguna de aquella fotos que se suponía que eran de cuando la gente salía los viernes salía ella.
-Mira esas fotos, Caytlin, ¿Reconoces esas caras? Claro que sí. Son las caras de las personas que te hicieron sentir mal contigo misma. ¿Qué sientes hacia todos ellos? ¿Ira? No. Sientes envidia de que ellos pudieron ser felices y tú no. Pero que te marginaran no fue culpa de ellos... Todos tenemos un listón de la gente que tiene que andar con nosotros. No eras de su estilo. No lo eres.
-De aquella todavía no era gótica.
-Ya, pero tampoco eras buena. Sé que tú deseabas estar con todos ellos, ser popular -continuó la mujer mientras daba vueltas a su al rededor.- No lo fuiste, pobre Caytlin.
-¡Cállese! ¡Usted no sabe nada! -gritó Caytlin.
-Sé mucho más de lo que tú te crees, niñata insolente. ¿Sabes que sé? Que tú no vales nada. Ríndete, nunca serás lo suficientemente buena.
-¿Qué está insinuando?
-Sé el por qué de todos tus malos hábitos, inconscientemente quieres acabar con tu vida, se ve en esa mirada triste que tienes... Ya no tienes ganas de seguir adelante, las personas más importantes abandonaron tu vida... María, tus padres y ese chico, Alex.
-Mis padres no me abandonaron -replicó Caytlin.
-No literalmente pero ya no te trataban cómo antes. Qué triste es tu vida, pequeña. Acaba ya con todo. Unas pastillas para dormir de más, un corte profundo en tu muñeca izquierda, un salto desde tu ventana... Cualquier cosa vale, pero termina ya con todo.
-No lo haré, no por ahora. Usted no es nadie, cállese, es sólo una vieja desagradable que sólo quiere que me rinda porque usted esconde algo que no quiere que yo descubra.
La mujer le dio una bofetada a Caytlin.Caytlin no lo dudó dos veces y le dio una a ella y salió corriendo, le costaba correr con los zapatos que llevaba pero lo intentó, corrió cómo si su vida dependiera de ello, corrió hasta que sintió la necesidad de parar. Le dolían demasiado las piernas, estaba tosiendo mucho, fumar empezaba a pasarle factura. Cuando recuperó un poco el aliento miró en todas las direcciones a ver si la seguían, vio que no. Comenzó a caminar más tranquila hacia su casa.
Entró en su casa y cerró puertas y ventanas, no se sentía segura, esa mujer le había dado mala espina desde el principio. La bofetada no fue sólo eso, sabía que esa mujer quería que dejara de investigar sobre María, sino lo hacía, probablemente la matase.
Aquella noche, o lo que quedaba de ella, Caytlin no durmió, no se sentía dispuesta a dormir sabiendo que había personas que la querían muerta. Y que harían todo lo posible por conseguirlo.
Pensó en las palabras de aquella mujer, la habían calado hondo, no creyó que aquella mujer fuera a saber tanto sobre ella, sobre su infancia y adolescencia, sobre Alex.
Recordó a Alex. Un chico guapo, alto, musculoso, con una cara adorable. Recordó que se enamoró perdidamente de él. También recordó cómo lo habían dejado. Él le pidió un día o dos, al día siguiente se lió con otra.
Caytlin juraría que seguía saliendo con aquella chica. Pero no estaba segura, no los tenía agregados en facebook ni era amiga de ellos. Sólo sabía que la chica y él salian en muchas fotos de gente de la clase.
Supuso que no se volverían a ver, se equivocaba, Alex volvería a aparecer por su vida poco después.
Cuando por fin se hizo de día, se sentía bastante más segura. No entendió el por qué. Supo que si quería encontrar respuestas a quien era esa mujer debía acudir a hablar con Billy. Le alegró tener una excusa para presentarse en su casa. Billy era un buen hombre a pesar de todo.

viernes, 31 de mayo de 2013

Capítulo 4. Esa extraña mujer.

Caytlin se fue a su casa, no tenía nada qué hacer, así que cogió su ordenador a ver si encontraba algo que hacer. Entró en facebook y cómo siempre, vio las fotos de todos sus contactos de cuando estaba en el instituto juntos, recordó lo mal que lo pasó por ser siempre la marginada de la clase.
Recordó las horas que pasó llorando en silencio, los cortes en sus muñecas, los muchos malos hábitos que adoptó únicamente con el fin de acortar su vida. Las muchas píldoras que consumía diariamente. Lo mal que lo pasó no era normal. Miró alguna que otra foto de sus contactos hasta que vio una, era la foto de grupo que se hicieron en último curso, leyó los comentarios, críticas. Hacia ella, hacia María y hacia los que eran distintos.
Esos comentarios la afectaron cómo si tuviera quince años. Decidió apagar el ordenador, no podía seguir así. No quería volver a pasar por todo aquello, ella sabía lo que era ser criticada y acto seguido sentirte mal contigo mismo. Las críticas nunca la afectaron realmente, hasta que cumplió trece años. Qué gran infierno pasó.
Recordó perfectamente todas las veces que se sintió mal. Sabía exactamente el primer día que se cortó. Sabía también cual fue el primer día que cayó rendida a causa de unas pastillas de más. Recordó el primer cigarro que se fumó y el primer trago a una botella de vodka que dio.
Su vida nunca había sido perfecta en lo que a lo personal se refería. No fue feliz durante su adolescencia, sus compañeros de clase le habían arrebatado la adolescencia.
Fue a lavarse la cara para despejarse un poco. Miró sus manos, esas manos esqueléticas de piel blanca. Se le transparentaban las venas. Se miró al espejo. Blanca, cómo de costumbre, su color de enferma se mantenía ahí.
Fue a dar una vuelta por la ciudad. Cuando volvió habia una mujer extrañamente familiar en su puerta.
-Buenas tardes, señora ¿Desea algo?-dijo Caytlin amablemente.
-Sí, me gustaría hablar con Caytlin Grayson.
-Soy yo, ¿Qué ocurre?
-Tengo información. Información que tú deseas-dijo la mujer.
-De acuerdo, hable.
-No, pequeña. Ésta noche, cuatro de la mañana, el callejón junto a la ferretería.
Caytlin la miró extrañada, aceptó y la mujer se fue. Entró en casa, se sirvió algo de beber, no sabía a qué se refería esa extraña mujer. Presentía que tenía algo que ver con el asunto de María y sus presentimientos rara vez eran incorrectos. Le resultaba extremadamente fácil darse cuenta de las cosas. Decidió echar una siesta. Preparó una alarma para las cuatro menos diez de la madrugada para poder ir al callejón.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Capítulo 3. Mamá.

Caytlin se fue a casa. Cómo todos los días, su perro fue a recibirla. Fue hacia la cocina a comer algo, no tenía gran cosa en la nevera pero le llegaba para hacerse la cena, comía poco, desde hacía 6 años comía muy poco. Caytlin de niña no era la más bonita ni la más adorable. Era rellenita y no era tan hermosa cono ahora lo es. Quizás que amaba la comida y odiaba hacer ejercicio fue lo que provocó que comiera desmesuradamente y acabara pesando setenta quilogramos con doce años... Cuando tenía trece vio que todas sus amigas comenzaban a salir con chicos, pero, ¡Ojo! todas sus amigas tenían muy buena figura, ahí se dio cuenta de que los chicos no quieren a chicas gordas, si no que quieren a chicas extremadamente delgadas y guapas. Su tristeza por saber que estaba sóla a causa de su figura la invadió demasiado rápido. No quería salir de casa, no se sentía bien consigo misma y evitaba que otros la vieran. Dejó de comer a la hora de la comida, hora a la que su madre no se encontraba en casa. Poco después dejó el desayuno. Más tarde de comer entre horas y al final sólo cenaba, no por propia voluntad, si no porque su madre estaba allí en aquel momento y la controlaba. Vio cómo fue perdiendo peso, se motivó para seguir, pero no era capaz de aguantar lo que aguantaba antes sin comer... Y volvió a intentarlo, hasta que lo cosiguió y adoptó la costumbre de comer poco.
Al terminar de cenar fue a darse una ducha. Cuando terminó, se secó y se terminó de asear para irse a dormir.
Durmió bastante bien. Pero sabía que eso era algo raro, no siempre dormía bien, se había acostumbrado a despertarse repetidas veces durante la noche y a tener terribles y terroríficas pesadillas que a base de un día tras otro sucederse, se combirtieron en sueños.
Aquel día sí que se convertiría en una pesadilla, lo sabía, lo presentía. El día no comenzaba bien, hacía mucho calor y demasiado sol para que ella se sintiera a gusto. En esa clase de días Caytlin tenía un miedo extremo a coger color, cosa que odiaba, amaba su piel blanca como la nieve. Recordó que había quedado con su madre para desayunar a las doce y media. Miró el reloj. Las diez. Aún tenía algo de tiempo para arreglarse y para buscar la ropa que solía llevar cuando quedaba para desayunar con sus padres.
Sus padres no apoyaban completamente la decisión de su hija de adoptar la estética gótica, aunque tras un mes viéndola así vestida su padre se hizo a la idea de que no podía cambiar a su hija y lo acetó. Su madre no estaba de acuerdo con Caytlin en eso, ni en eso ni en nada. Caytlin sabía que cuando iba a verla tenía que ponerse otra ropa si no quería que su madre se enfadara y tuvieran que discutir.
Hizo las cosas básicas que todas las personas hacen cada mañana, marcando la misma rutina, día tras día, monótonamente.
A las doce y media estaba en el lugar acordado aguardando a que llegaran sus padres. Pasaron cinco minutos y pudo distinguir la figura alta y delgada de su padre y la figura bajita y más gorda de lo habitual de su madre. Fingió una sonrisa, se agradaba de verlos, pero no lo suficiente cómo para sonreír.
-¡Papá! -dijo acercándose a su padre para besarle en las mejillas.
-Mi pequeña... Qué guapa estás-dijo sonriendo mientras le devolvía los besos a Caytlin.
-Hola, mamá-dijo dirigiéndole una mirada fría a su madre.
Se sentó en el mismo lugar que antes, ellos se sentaron frente a Caytlin, observándola de arriba a abajo.
-Bueno, Caytlin, ¿Cómo estás?-dijo su padre.
-Pues verás, papá. Estoy bien, cómo siempre, quizás un poco más cansada de lo habitual pero es que últimamente lo de María está mucho más presente en mi vida.
-Olvídate ya de eso, Caytlin. No volverá, lo sabes-dijo su madre.
-Lo sé, mamá. Gracias por recordarme que la única amiga de verdad que tuve ha desaparecido, tú sí que sabes cómo hacer feliz a tu hija.
Un silencio incómodo inundó la estancia.
-Veo que hoy te has vestido cómo una persona decente. Lo digo porque el otro día te vi por la calle, ibas igual de mal vestida que siempre, preferí no saludarte, me quedo más a gusto sabiendo que hay gente que no nos relaciona cómo familia. Ojalá fueras cómo Victoria, una mujer hecha y derecha-dijo su madre.
-Madre, yo nunca seré como ella, lo sabes. Me gusto más tal y cómo soy, yo elegí ser así y me gusta el camino que ha tomado mi vida desde aquella decisión. Quizás el hecho de que a ti te hayan obligado a complacer a tus padres te ha traumado hasta tal punto que quieres traumatizar a tu propia hija, pero no lo conseguirás.
-Cómo iba diciendo, antes de que me interrumpieras, te vi por la calle, ibas cómo de costumbre con tu amiga Marilyn y con el famoso Ben. No sé cómo puedes andar con esa gente, deberías conocer a los hijos de mis amigas, son  verdaderos caballeros, seguro que alguno conseguía que sentaras la cabeza. Así que, ya sabes, el sábado vienes al club de campo conmigo, los conocerás.
Una idea se pasó por la mente de Caytlin, dejar mal a su madre, demasiado tentador.
-Acepto, pero tengo condiciones, la primera es que iré por mi cuenta, en mi coche y podré llevar a Marilyn, la segunda es que me reconocerás públicamente cómo tu hija.
-Me parece bien, bueno-dijo levantándose de la silla- ya tengo lo que necesitaba, nos vemos el sábado, Caytlin.
Su madre desapareció de la cafetería y acto seguido su padre se levantó y se fue, no sin antes besarla en las mejillas.

domingo, 26 de mayo de 2013

Capítulo 2. Caytlin.

Billy observó como Caytlin salía de la casa, una chica peculiar. Recordó a Mary Anne, su madre, que guapa era, Caytlin era su viva imagen. Claro que Mary Anne jamás había pensado como lo hacía Caytlin, nunca había sido una chica depresiva, ni rebelde, ni nada. Siempre fue tan buena.... Quizás eso hizo que acabara casada con un Grayson, hombres con dinero, por Michael Grayson abandonó a Billy, qué valiente fue.
Caytlin, era una chica guapa, su pelo negro cubría una lado de su blanquísima cara, la ropa negra le quedaba bien pero estaba mejor vestida con otros colores. Siempre iba de manga larga. Billy nunca entendió por qué. Se había teñido el pelo, ella no era morena natural, era rubia. Era preciosa. Era atractiva también por su forma de ser, por lo menos a él se lo parecía, era una chica coerente, siempre lo fue, también era madura para su edad.
Su visita de aquella tarde lo había dejado sorprendido, siempre había esperado no tener que encontrarse con un miembro de la familia Grayson. Principalmente porque esa familia sólo tenían contactos con gente importante, nunca hablarían con un viejo que vivía en las afueras. Sí que era verdad que Caytlin no era como su familia, nunca encajó, con nadie realmente, salvo con María.
Debió de ser un golpe duro para ella perder a su mejor amiga, la única que la apoyó siempre.
Después de aquello Caytlin paseaba por el instituto y por la calle sóla, hasta que conoció a Ben, el chico que la convirtió en gótica, él le enseñó la belleza de las cosas oscuras, lo tenebroso. Todas esas cosas apasionaron a Caytlin.
Caytlin se fue haciendo un lugar entre los góticos de la ciudad, no todos los dias una chica rica se hace gótica, no a todos les pareció bien que Caytlin cambiara su estilo.
Su madre fue la primera en oponerse, no le gustaba que su hija, a la que le había dado una educación más bien pija, se hiciera gótica. Su padre, en cambio, la apoyó, siempre se había preocupado mucho por su hija mayor.
La hermana de Caytlin apoyó a su madre, siempre había pensado que los góticos no valían para nada y al ver que su hermana se hizo gótica le pareció realmente mal... Pero, ¿qué sabría ella? Si de aquella no tenía más de catorce años...